14 jun 2011

E. E. Cummings

En algún lugar donde nunca he viajado, felizmente más allá de cualquier experiencia, tus ojos tienen su silencio: En tu gesto más frágil hay cosas que me cercan, o que no puedo tocar porque están demasiado cerca. Tu mirada más leve me libera, aunque yo me haya cerrado como un puño, siempre abres pétalo por pétalo todo mi ser, como la Primavera abre (tocando hábil y misteriosamente) su primera rosa. O si tu deseo fuera encerrarme y yo y mi vida nos encerraremos hermosamente, de repente, como cuando el corazón de esta flor imagina la nieve descendiendo cuidadosamente por todas partes; Nada de lo que percibamos en este mundo iguala al poder de tu intensa fragilidad, cuya textura me somete con el color de sus campos, a retornar a la muerte y la eternidad con cada respiro.  No sé de que trata eso que se cierra y se abre; sólo algo en mí entiende la voz de tus ojos que es más profunda que todas las rosas. Nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas.